viernes, 26 de septiembre de 2008

Cambio de tornas

Aún recuerdo aquellos entrenamientos a las ocho y media de la mañana en el mítico Pabellón Polideportivo del Colegio San Antonio. Contaba por entonces con seis años y la pelota se me antojaba como un planeta de grande. Madrugaba explícitamente para botar y botar el balón, llegando posteriormente a clase de Don Ezequiel con todo el cuerpo empapado en sudor.
Años y equipos pasaron por mí durante doce años. Grandes momentos. Mentiría si no admitiera que los mejores recuerdos de mi etapa en el cole están relacionados con el mundo del baloncesto: conocí a mis amigos, gané campeonatos, viajé...
Pero ahora han cambiado las tornas, pues comienza un nuevo reto para mí: entrenar. Reconozco que estoy muy ilusionado con este nuevo envite, intentando dedicar un poco de tiempo cada día a aprender algo nuevo sobre este deporte. Llevo los entrenamientos programados desde casa, anotando los ejercicios y sus fines, así como el tiempo que deben durar. Me queda mucho por aprender, pero ¿qué hay mejor que aprender algo cada día?
Entreno a niños de doce años, ansiosos por disfrutar del baloncesto. Tengo un grupo formidable baloncestísticamente hablando, problamente el de mayor potencial de toda la cantera del San Antonio. Pero cuidaré que también crezcan como personas, eso es más importante.
Mañana debuto en un torneo: doble partido, mañana y tarde, C.B. Salamanca y A.B.P. de Badajoz.

Espero estar a la altura.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Nunca caminarás solo. Carta póstuma al Padre Pacífico

Cáceres, a 30 de junio del año 2028

Querido Pacífico:

¡Cuánto tiempo ha pasado desde las últimas cartas que nos intercambiamos, siglos diría yo! Aún recuerdo indeleble en mi memoria los sabios consejos que me dedicabas en tales misivas durante mi adolescencia, letras que tengo bordadas a flor de piel en mi persona. Muchos años han pasado desde entonces y cómo hemos cambiado.

Granuja sería uno de los más suaves calificativos con los que brindarías mi tardanza en acercarme a ti, en tener noticias mías. La constancia, como sabes, en ocasiones me juega malas pasadas; me disculpo por ello.

Me he hecho mayor, lo reconozco, mas todavía florecen en mí los credos que nos inculcaste: el amor por el sacrificio, la amistad o la felicidad; el amor por la vida.

Evoco los últimos momentos que disfruté a tu lado, preguntándome, atento como siempre, por todos los devenires de mi vida y los de mis prójimos. Dos años más tarde de aquel mediodía sevillano, terminé la carrera, ansiando la libertad de desenvolverme ya en un mundo de adultos. Actualmente trabajo junto a nuestro amigo Ruiz Torres. El comienzo, Padre, fue difícil, como todos, pero poco a poco nos va yendo mejor (es un lujo disponer de un compañero así). Por lo que respecta a tu Asociación, colgué las botas cuando los compromisos laborales ahogaban mi tiempo. Es una pena no poder ser joven toda la vida. Puedes estar tranquilo: nuestros herederos, la generación de mi hermano, fue un torbellino de trabajo e ilusión que quedó pequeñas las instalaciones de nuestra mágica Descargamaría ante tantos jóvenes que deseaban vivir allí.

Tras tu ausencia, únicamente física, nos enfrentamos al enorme reto de continuar con tu obra. Mentiría si no te digo que fueron momentos difíciles (tu sombra era omnipresente) para todos, pero cada uno de nosotros sabíamos lo que teníamos que hacer y ofrecer, y ¡vaya si lo hicimos! Nos crecimos ante la adversidad, sin cesar en poner nuestro empeño en cualquier tipo de actividad o campamento. Queríamos mantener tu esencia viva entre nosotros, aunque te seguíamos echando mucho de menos.

Pero Pachi, no sólo el trabajo y tu Asociación han poblado mi vida, pues también me casé. Desde el cielo seguro que nos diste la bendición, bendición que años más tarde nos iluminó con el pequeño Francisco, que ya cuenta con siete años. Me tiemblan las piernas al contarte que mañana, día 1 de julio, mi hijo comenzará una aventura inolvidable en aquel enclave único en el que sus abuelos y su padre vivieron tan maravillosos momentos.

Estoy ansioso porque regrese del campamento y me cuente su experiencia, aunque antes pasaré allí el día familiar, como padre, fíjate tú. Seguramente lo encontraré entusiasmado con las canoas, tiros con arcos o cualquiera de esas nuevas actividades que ofrecen ahora a los acampados, al mismo tiempo que con la felicidad que se respira en esta gran familia.

Los tiempos han cambiado, Pacífico, aunque me cuentan los responsables que todo sigue igual por Descargamaría: ángelus provechosos, desternillantes fuegos de campamento, eucaristías conmovedoras… Me dicen también que el campamento está precioso, pues lo cuidan y miman fielmente durante todo el año. El huerto también sigue espléndido, y tu encina reina majestuosamente en él. Tus árboles, tus refugios, tus rincones… ¿Has visto, Padre? Parece que el reloj del tiempo se perdió antes de llegar a la Sierra de Gata.

En fin, veinte años volaron prestos desde que viajaste allá arriba, pero tu legado perdura y perdurará para siempre entre nosotros.

Te quiere,

Marcos Municio González-Quijano